Del 23 de febrero al 5 de marzo
Los orígenes del carnaval gaditano se remontan a la segunda mitad del siglo XV con la llegada a la ciudad de comerciantes genoveses, haciéndose más importante en los siglos XVI y XVII, cuando Cádiz se convierte en el principal puerto hacia América del Imperio Español. El comercio con América provocó, al igual que en los cantes, un carnaval de ida y vuelta. Inicialmente nos trajo a nuestra fiesta los ritmos propios del Caribe que actualmente se conservan en nuestro folklore, como los tanguillos (provenientes de las habaneras) que entonan los coros o algunos cantes flamencos como tangos, colombianas, etc. Muchos de estos ritmos, fueron cantados en Cádiz por comparsas de negros libres que vivían en la ciudad y que venían de las “colonias de ultramar” y se dedicaban a cantar por Navidad coplillas por las calles, siendo esta la primera referencia que se tiene de las agrupaciones callejeras.
Dice Ramón Solís que “la chirigota y la comparsa tienen, cuando van por la calle, un ritmo de marcha con claras influencias afrocubanas o de samba. Son ritmos negros que acompañan los murguistas con movimientos y gestos que quieren ser de rumba”.
En 1884 se lleva a cabo el primer control de la fiesta por parte del poder local, encabezado por el alcalde Eduardo Genovés, quien exige a las agrupaciones que quieran cantar por las calles, un permiso que reciben después de presentar sus disfraces y letras ante un censor que se ocupa de controlar los repertorios y la indumentaria de las agrupaciones. Este control del censor se produce porque, desde entonces, las letras de las composiciones de estas agrupaciones realizan críticas a la política y a cuestiones sociales del momento.
La guerra civil española marca una nueva época en el carnaval de Cádiz. Con la llegada de Franco al poder se prohíbe el carnaval por su carácter festivo y poco religioso. Esta prohibición va de 1939 a 1975. Pero, en ese periodo, el pueblo de Cádiz, una vez más, no sigue las indicaciones oficiales y sale a la calle con sus disfraces arriesgándose a ser detenidos por la policía. En esos años la fiesta se traslada a los “baches”, pequeños bares y tascas donde la gente se reúne para cantar y disfrazarse a escondidas de las autoridades. Durante ese tiempo, es el propio carnaval el que se disfraza, pasándose a llamar “Fiestas típicas gaditanas”. Para no relacionarlas con el carnaval, el régimen franquista dictamina que se trasladen en el calendario a mayo, con la excusa del clima lluvioso de febrero.
Con la llegada de la democracia a finales de los 70, el carnaval vuelve a la calle y recupera su esplendor. Desde entonces la fiesta ha evolucionado atravesando el marco de lo local, porque cada año son más los aficionados de todos los puntos del país, y también de más allá de sus fronteras, que vienen a Cádiz, atraídos, sobre todo, por la fiesta en la calle.